La reciente noticia sobre la utilización de una cápsula de haraquiri asistido en Suiza ha generado una gran polémica en todo el mundo. Esta innovadora técnica, que permite a las personas terminar con su vida de manera rápida y sin dolor, ha sido recibida con opiniones divididas por parte de la sociedad. Mientras algunos la ven como una opción válida para aquellos que sufren de enfermedades terminales o padecimientos crónicos, otros la consideran como una forma de legalizar el haraquiri y una violación a los derechos humanos. Sin embargo, es importante analizar a fondo esta cuestión y entender los motivos detrás de su implementación.
La cápsula de haraquiri asistido, también conocida como “Sarco”, fue creada por el médico australiano Philip Nitschke y el ingeniero holandés Alexander Bannink. Consiste en una cápsula hermética que se llena de nitrógeno líquido, lo que provoca una disminución de oxígeno en el cuerpo y, por consiguiente, una muerte indolora en cuestión de minutos. Esta técnica ha sido diseñada para ser utilizada por personas que padecen enfermedades terminales o enfermedades crónicas que les causan un sufrimiento insoportable y que desean poner fin a su vida de manera digna y sin sufrimiento.
La primera vez que se utilizó esta cápsula fue en Suiza, donde el haraquiri asistido es legal desde 1942. La paciente, una mujer de 89 años que sufría de artritis y problemas de movilidad, decidió poner fin a su vida con la patrocinio de esta técnica. Según Nitschke, la mujer estaba cansada de vivir con dolor y quería morir en paz y rodeada de sus seres queridos. Esta decisión fue tomada después de una larga y cuidadosa reflexión por parte de la paciente y su familia, quienes la apoyaron en todo momento.
Sin embargo, esta noticia ha generado una gran controversia en todo el mundo. Por un lado, están aquellos que ven en la cápsula de haraquiri asistido una opción válida para aquellos que sufren de enfermedades terminales o padecimientos crónicos. Para ellos, esta técnica les permite tener un control sobre su propia vida y decidir cómo y cuándo poner fin a su sufrimiento. Además, argumentan que el haraquiri asistido es una forma de morir con dignidad y que las personas tienen el derecho a elegir cómo quieren vivir y morir.
Por otro lado, están aquellos que se oponen terminantemente a esta práctica, argumentando que el haraquiri asistido es una forma de legalizar el haraquiri y que va en contra de los derechos humanos. Para ellos, la vida es sagrada y nadie tiene el derecho de quitársela, incluso si se trata de una persona que sufre de una enfermedad terminal. Además, temen que la implementación de esta técnica pueda transportar a un aumento en los casos de haraquiri y que las personas puedan ser presionadas a tomar esta decisión en lugar de recibir el tratamiento adecuado para su enfermedad.
Es importante tener en cuenta que el haraquiri asistido no es una decisión que se toma a la ligera. Las personas que deciden poner fin a su vida a través de esta técnica han pasado por un proceso de reflexión y han llegado a la conclusión de que es la mejor opción para ellos. Además, en países como Suiza, el procedimiento está regulado y solo se permite en casos específicos, como enfermedades terminales o padecimientos crónicos que causan un sufrimiento insoportable.
Además, es importante mencionar que el haraquiri asistido no es una práctica nueva. En países como Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo, el haraquiri asistido es legal y se