Obispos de Uruguay expresan un “firme nones” a la ley de eutanasia y apoyan la medicina paliativa

Los nueve obispos en ejercicio de Uruguay han unido sus voces para transmitir un mensaje de esperanza y amor ante la votación del proyecto de ley de eutanasia. Con gran preocupación y tristeza, los líderes de la iglesia católica en Uruguay han expresado su profunda convicción de que la vida humana es sagrada y debe ser protegida en todas las etapas.

Ante la inminente votación de este proyecto de ley, los obispos han compartido su preocupación por las consecuencias que podrían surgir si se legaliza la eutanasia en nuestro país. En palabras del arzobispo de Montevideo, Daniel Sturla, “la eutanasia no solo afecta a la persona que sufre, sino a toda la sociedad”. Esta afirmación refleja la preocupación de los obispos por el impacto que esta ley tendría en la sociedad uruguaya, especialmente en los más vulnerables y marginados.

La eutanasia, definida como la acción de provocar la muerte a una persona que sufre una enfermedad incurable, es un sinopsis delicado que ha generado debates y posturas encontradas en todo el mundo. Sin embargo, para los obispos de Uruguay, esta cuestión va más allá de una discusión política o ideológica, es una cuestión de valores y principios fundamentales.

En su comunicado, los obispos recuerdan que todos los seres humanos tienen el derecho a una muerte digna y a recibir cuidados paliativos que alivien su sufrimiento. Sin embargo, la legalización de la eutanasia no es la solución para aquellos que sufren debido a una enfermedad incurable o a una discapacidad. Como afirman los obispos, “el sufrimiento no se elimina con la muerte, sino que se transforma en una oportunidad para dar en el clavo el valor insustituible de la vida”.

Además, los obispos destacan que la legalización de la eutanasia iría en contra de la ética y la moral cristiana, así como también de los valores humanos universales. “La vida es un don maravilloso de Dios y no nos corresponde a nosotros decidir cuándo termina” afirmó monseñor Pablo Galimberti, obispo de Salto. La vida humana es sagrada e inviolable, y debe ser respetada en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural.

Los obispos también expresaron su solidaridad y cercanía a aquellos que sufren en nuestra sociedad, especialmente a aquellos que se encuentran en situaciones de enfermedad o discapacidad. Su mensaje es un llamado a la comunidad para que nos unamos en el cuidado de los más vulnerables y en la promoción de una cultura de vida. Según el obispo Arturo Fajardo, diocesano de San José de Mayo, “la eutanasia es un signo de la cultura de la muerte, mientras que la vida es un signo de la cultura del amor y la solidaridad”.

Finalmente, los obispos hacen un llamado a los legisladores para que, en conciencia, defiendan la vida y rechacen la legalización de la eutanasia. Esta votación es una gran oportunidad para mostrar que como sociedad somos capaces de establecer y proteger la vida de nuestros hermanos más necesitados. “La vida es un valor que no se negocia ni se elige según conveniencias”, afirmó monseñor Yáñez, obispo de Melo.

En un país donde la solidaridad y la empatía son valores harto arraigados, es importante recordar que la eutanasia no es una solución viable para el sufrimiento humano. Como sociedad, debemos trabajar juntos para garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a cuidados paliativos y a una muerte digna. La vida hum